¿Qué nos pasa a les argentines?

Radiografía del gol de Leo Messi a Nigeria y la bazofia que nos meten todos los días. Titulamos con lenguaje inclusivo.
liomessi0 (1)

Por Federico Tártara

Leo Messi detiene una pelota que viene de más de 60 metros y que fue enviada con precisión por Ever Banega. Perdón, antes de esa acción, corre a toda velocidad y frena justo donde va a caer la pelota. El balón, lo controla con el muslo, pero no solo lo controla con el muslo, sino que hace control orientado hacia adelante en forma lateral. ¿Está claro, esto?

Bien, antes de que la pelota y su pie toquen el piso –recordemos que el jugador está en el aire meciéndose en un equilibrio exacto, tal bailarín del Ballet Imperial del Teatro Mariinsky de San Petersburgo- la abre, la acaricia apenas, para que el defensor nigeriano Kenneth Omeruo no llegue a tocarla, ya que viene cerrando la acción, tal como lo indica el manual internacional de buen defensor.

La foto que acompaña esta nota demuestra el control del cuerpo del futbolista y la armonía de los músculos en el aire: todo en un balance que espanta. 

Luego, Lio, con su pierna menos hábil: la derecha, cruza el balón arriba donde no podrá llegar nunca en su vida el arquero africano, Francis Uzoho. Y por supuesto, un gol no termina cuando toca la red, continúa con el festejo. El mejor jugador del mundo sale corriendo, abre sus manos a la altura de la cintura y se va al córner: lugar etéreo, de escape, lugar mágico al que se una debe dirigirse por regla, luego de un gol enorme.

Y para aportar más, a esto de los festejos, alguien alguna vez desde la ciencia dijo que Diego Maradona tras convertirle el gol a Bélgica en el Mundial ´86 rompió la Ley de la Gravedad. Claro, lo lógico -en esa otra corrida memorable- sería que Diego caiga al césped, después del esfuerzo… pero no, pone su cuerpo casi en horizontal casi como volando, para reincorporarse y volver en vertical.

Qué difícil narrar esto, nunca alcanza.

Cuestión que casi 22 años más tarde Diego está en Rusia, en un palco del Estadio Arena Zenit, de San Petersubrgo, con una remera azul de Puma. Messi convierte el gol, el más grande cruza sus brazos sobre el pecho, mira al cielo y dice: “Gracias DIOS”, para concluir con unos ojos bien grandes made in faraón.

Que escena, por favor. Quién puede superar eso.

Después el Diez en su programa junto con Victor Hugo Morales “De la mano del 10”, que va por Telesur y que no sale por aire en la Argentina, dijo: "Fue un golazo de Leo. Una pelota filtrada que la para de izquierda, la toca con izquierda y define con derecha. Me hizo acordar a un gol que le hice al Milan, que fue muy parecido. Por suerte, el nene frotó la lámpara y nos dio los tres puntos". 

Hay un video del jugador francés, Thierry Henry, ex compañero del Barcelona, en el portal Infobae. Es una delicia. Habla el castellano con algo de dificultad, y comienza con toda una definición: “A veces me pregunto si es un humano, recuerdo un gol contra Málaga en casa, 6 a 1 o 6 a 0 hemos ganado el año del triplete: cambio de juego, creo que aguanta el balón con el pecho, pone el balón abajo, se va y pasa entre dos jugadores y define con su pierna derecha creo que casi yéndose al suelo. Imagínate, en velocidad, parar el balón como él lo hace, el balón un pelín arriba, justo por encima de su pie izquierdo, normalmente un humano debe poner su pie otra vez en el suelo para tocar el balón porque si no te caes al suelo. Pero él en el mismo -pfff, no sé cómo lo hizo-, en el mismo gesto, en el mismo movimiento, tocó el balón dos veces…".

En el desahogo en el corner el crack se arrodilla y cumple su promesa ante el todopoderoso, ¿Y saben por qué?:

Porqué lo terrenal le queda muy chico, ¡viejo!

Esto que acabamos de ver tiene que ver con la hechicería, con la magia, con la brujería, con lo inexplicable. Todo lo que uno pueda decir queda corto. No alcanzarían ni millones de torre de babel, ni toda la ciencia. Ni Pascal, ni Leonardo Favio lo podría explicar, ni Juan Perón, ni nada de nadie.

Es el gol 65 con la albiceleste y el 6 en mundiales. Les propongo a todos los 40 millones de DT de la Argentina hacer un simple ejercicio en la plaza, parque, de su barrio. Les propongo que vayan y que prueben. Que alguien les tire la pelota de tan solo 5 metros, 10 metros, más o menos, y que intentan – sé que no van a poder- pararla con el muslo y corregir el balón. Ahí empezamos a entender de qué se trata esto de jugar al fútbol, de la técnica, del buen tono, la buena contemplación, la cintura; en fin, de brindarle amor a la pelota.

Todo lo que se puede decir hasta acá, para que todo esto se acabe con: los gestos de Messi en el himno, que se tapa la cara, que se peleó con Sampaoli, que no quiere, que su cumpleaños, que una supuesta infidelidad, que Antonella, que su ausencia. Abruma. Todo esto abruma. ¿Quién es “caruso” Lombardi? ¿Qué nos pasa a los argentinos? ¿Por qué comemos esa bazofia diaria de tipos que hacen un minuto de silencio o que son capaces de dar a conocer el nombre de un jugador que paso por una de las peores experiencias que pueda tener la vida humana?

Así y todo, Leo Messi, después de cada una de estas frases que le acabaron el cerebro a mordiscos, estampa con su firma un acontecimiento para que lo disfrute todo el mundo. Hasta los musulmanes de Bangladesh. Un gol para colgar en el cuadro de cada habitación de niños y niñas de la República Argentina que anhelen, deseen, dedicarse a patear una pelota como forma de vida y entendimiento con los demás.

Qué triste. Messi vuela. Estamos enredado en el exitismo y la victoria. Cómo nos hacemos doler. Hay que dejarse de joder. Y dedicarse a disfrutar: de Leo Messi, del fútbol, de la vida.

 

Te puede interesar