"Por una Corte Suprema capaz de impartir Justicia"

La Corte Suprema de Justicia de la Nación da vergüenza, ajena y propia.
Los cuatro jueces que quedaron integrándola, luego de la renuncia de la jueza Elena Highton de Nolasco, no resisten análisis detallado alguno de sus respectivos desempeños (sobre todo en el último lustro), y por eso dan vergüenza ajena.
Sin embargo, también debería avergonzarnos nuestra permisividad, que permitió que Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti hayan llegado a ser jueces de la Corte luego de haber aceptado la designación en comisión. Allí hay, además y sobre todo, una responsabilidad compartida por los senadores y senadoras de los dos principales sectores políticos que se han disputado el Gobierno en los últimos años, que levantaron la mano para aprobar esos dos pliegos, luego del escándalo del nombramiento por decreto del ex presidente Macri.
Por su parte, Ricardo Lorenzetti, entre otros desaguisados, alentó la persecución judicial a los opositores durante el cuatrienio diciembre 2015 - diciembre 2019, pergeñando una generalización de las prisiones preventivas por “ostentación de poder residual”, práctica aberrante que se conoció como “Doctrina Irurzun”.
Juan Carlos Maqueda, en tanto, ha sido parte de muchas acciones u omisiones mediante las cuales la Corte se ha ido alejando de la aplicación estricta del Derecho, deriva que le ha valido una imagen pésima, la peor entre todas las instituciones de la República, con sondeos de opinión que ubican una apreciación negativa de la ciudadanía que ronda el 80%.
Nunca nos olvidaremos del fallo instigado por Rosenkrantz (redactado por su secretario Federico Morgenstern) y acompañado por los votos de Rosatti y Highton de Nolasco, que concedió el beneficio del 2x1 a un genocida. Sólo la movilización masiva (millones de personas a lo largo y ancho del país) logró frenar esta aberración jurídica. Tal vez si hubiéramos salido a las calles del mismo modo cuando Macri nombró por decreto a Rosenkrantz y Rosatti, nos podríamos haber ahorrado este presente lamentable de la Corte.
Porque da vergüenza ajena y haciendo el intento de aminorar aunque sea un poco la propia vergüenza, adherimos fervientemente a todas las acciones que, en el marco prescripto por la Constitución nacional y las leyes que de ella derivan, se propongan renovar la Corte Suprema (nombrando nuevas/os integrantes capaces de exhibir ejemplaridad en su desempeño, ampliando el número de miembros y/o diseñando una nueva Corte que se subdivida en salas de abocamiento específico a causas ligadas con diferentes aspectos del Derecho, avanzando con procesos de juicio político a los actuales integrantes, etc.).
Sabiendo que los Organismos de DDHH de la República Argentina se han constituido en referencias éticas para la comunidad internacional - a partir de la búsqueda de Verdad y Justicia para lxs víctimas de crímenes de genocidio perpetrados por la última dictadura cívico-militar -, convocamos a otros Organismos a impulsar y liderar este reclamo/exigencia, que permita tener una Corte Suprema capaz de impartir justicia. Nosotros somos simplemente un grupo de vecinas/os de un distrito del noroeste bonaerense, pero consideramos que nos avalan 21 años de trabajo (desde el año 2000 hasta ahora) ejerciendo el "deber de Memoria" (que nos encomendara Primo Levi luego de la Shoá); esa trayectoria nos anima a realizar este pedido, que parece tan difícil de satisfacer, pero sobre el cual pensamos que debemos hallar, entre todos y en todo el país, la firmeza y la perseverancia necesarias. De otro modo, la vergüenza seguirá expandiéndose como mancha de aceite entre argentinos y argentinas, en beneficio de los sinvergüenzas que buscan tener jueces y juezas que los representen, aunque esa representación implique arrojar por la borda el Estado de Derecho.