Hablar del aula, estar en el aula

Del aula habla casi todo el mundo, pero el 99% de quienes opinan no habitaron ese espacio-tiempo en otro rol que no sea el de jóvenes alumnas/os, es decir que no han pasado por la tan fascinante como desafiante experiencia de coordinar los diálogos y actividades que allí se desarrollan, como docentes “a cargo” de una o más asignaturas, durante años y años.
Esa “distancia vivencial” facilita plantear fábulas peyorativas de la labor docente, como: 1) “Las cuatro horas de trabajo por día” (desconociendo que por cada hora en el aula hay al menos otra hora trabajada en el hogar, planificando, corrigiendo, etc.), 2) “Los tres meses de vacaciones” (que a lo sumo llegan a la mitad de ese lapso temporal), 3) “La suplencia de la suplencia de la suplencia” (como si fuera tan fácil obtener una licencia extensa, por motivos de salud o de otro tipo), 4) “Los sindicatos docentes que no quieren que haya clases” (¿cuánto más paupérrimos serían los salarios de maestras/os y profesoras/res si los gremios del sector no estuvieran coordinando planes de lucha para que se respeten aunque sea mínimamente los derechos laborales más básicos?), etc., etc. Es muy llamativo que en un país donde la frase “Sin educación no hay futuro” se usa cual lema casi universal, el aporte fervoroso de tantos/as al debate por un mejor sistema educativo consista prioritariamente en descalificar y/o ningunear a las/os docentes…
Otra fábula (ahora revisitada con fervor por el caso de una profesora de Historia de una Escuela Técnica de La Matanza) es la de “la gran capacidad de adoctrinamiento que poseen las/os docentes que opinan sobre temas de actualidad”. Para quien no ejerce todos los días en las aulas puede parecer que las opiniones de une docente son capaces de remodelar rápida y definitivamente las ideas previas de sus alumnes, que principalmente resultan de habitar un contexto familiar y socio-cultural-económico. La influencia de tal contexto le proporciona a esas ideas previas, que cada adolescente o joven lleva a cada clase, una consistencia muy sólida (poco permeable a cualquier evidencia en contrario).
Cuando un docente aporta otro enfoque, diferente al del contexto de sus alumnes, las reacciones de éstas/os muchas veces denotan el “abismo” que existe entre unas ideas y otras (reacciones que van desde la participación enfática, defendiendo aquello que piensa el entorno familiar y socio-cultural, hasta el silencio persistente). Y si bien nadie dudaría que cada docente es referente significativo para menores o mayores jóvenes con los que interactúa varias horas a la semana, la conclusión de que puede modificar con facilidad aquello que están pensando sus alumnes resulta apresurada, distanciada de la realidad áulica.
La profesora de Historia matancera utilizó tonos y términos que, lejos de favorecer sus argumentos, los descalificaron. Es indudable que nadie, estando “sacado/a”, o enfurecido/a, puede contribuir eficazmente a un debate de ideas. Ahora bien, con respecto a este episodio y otro contemporáneo uno se pregunta: ¿Se llegó al mismo nivel de indignación por la designación como Director de una escuela primaria en CABA de un docente que reivindica en sus redes sociales los crímenes de la última dictadura cívico-militar, y tiene manifestaciones misóginas, racistas y “defensoras del gatillo fácil”? Tal vez sí, y al no informarse uno desde las bocas de expendio de los Grupos de medios hegemónicos (que adoctrinan permanentemente en busca de favorecer al poder económico más concentrado, o sea ellos mismos) no haya sabido del eventual escándalo que armaron por la designación de ese directivo, que según el Ministerio de Educación porteño no tiene por qué ser removido (aunque reclame la reapertura de… la Escuela de Mecánica de la Armada, la tenebrosa ESMA).
Ojalá que la profesora de Historia, por el momento sumariada y suspendida en sus funciones, pueda retomar sus clases con el grupo de adolescentes que decidió filmarla. Tal reencuentro, durante el cual logren contraponer con serenidad los distintos puntos de vista, sería un verdadero aprendizaje para todxs lxs protagonistas.
Mientras tanto, las/os que jamás pisaron un aula seguirán opinando qué se debe hacer en cada situación conflictiva, aunque no suelan estar en contacto con grupos numerosos de jóvenes personas, que para nada llegan a la escuela como “tablas rasas” susceptibles de ser sencillamente impregnadas con la ideología de su maestra/o y/o profesor/a. Afortunadamente, en las escuelas públicas de la República Argentina “el adoctrinamiento” es nada más que un fantasma, cuya sábana agitan principalmente aquellos/as que se incomodan con el libre flujo de ideas antagónicas, reflejo de la diversidad constituyente de nuestro pueblo.