Mal tipo

Cuando estos tipos se mueren, sus adherentes empiezan a plantear que criticarlos está mal, porque ya no se pueden defender (una obviedad, que encubre el acuerdo con las prácticas del sujeto que dejó de respirar). Se podría responder dicha perogrullada con una suerte de trabalenguas: “Si no se puede defender tampoco se puede ofender, y los que se ofenden bien lo pueden defender” (si no les “da el cuero” o no les alcanzan los argumentos para hacerlo es otra cuestión). Fue Diógenes Laercio quien en el siglo IV escribió la frase latina, que adjudica a Chilon de Esparta (por lo cual su primera versión estaba “en griego”): “De mortuis nihil nisi bonum” = “De los muertos, nada si no es bueno”. En más de un caso eso es pedir demasiado, estimado Diógenes…
Cuando estos tipos dejan de hacer daño, pero demás está decir que han asegurado la transmisión a otros de su capacidad para perjudicar a las mayorías vulnerables en beneficio de las minorías privilegiadas, parece que debieran olvidarse sus crímenes contra la humanidad (atentados a la noción de un ser humano fraterno y solidario, capaz de vivir sencillamente, sin acumular poder y riqueza innecesarios, en armonía con una naturaleza biodiversa).
Cuando estos tipos pasan a ser un mal recuerdo, luego de haber constituido, durante décadas, una pesadilla para quienes aspiran a vivir en una sociedad más justa, no desaparece mágicamente con ellos la necesidad de seguir indignándose con toda la injusticia que han consolidado.
Por eso, aunque uno sabe que seguirá expresando lo que piensa de personas como Héctor Magnetto cuando ya no esté (si es que uno está, por supuesto, que nunca se sabe), cabe repetir ahora mismo, con la “suavidad” que impone el uso más o menos académico de la lengua castellana: ¡Magnetto, qué mal tipo sos, y qué fácil para vos es maquillarte con la pleitesía que asegura el temor a las represalias disfrazadas de periodismo! (exactamente lo mismo podría decirse de varios socios menores del mandamás de “Clarín”, como los dueños del diario “La Nación”, para no continuar reseñando una lista bastante larga de “desinformadores” seriales, que no conformes con haberle hecho daño al sistema democrático de la República Argentina durante décadas están dispuestos a continuar lastimándolo todo el tiempo que haga falta, con tal de satisfacer sus ambiciones de poderío rapaz).