INTOXICADOS

Secciones - Especiales 20 de junio de 2020 Por Gabriel Fernandez
Organizaciones masivas que congregaron 500 mil personas en Congreso –ayer nomás- se perciben acorraladas por un puñado de manifestantes que se encuentran dentro de la población con parámetros de riesgo. Una señora que ni siquiera es escuchada en su casa, le grita al país, a través de todos los canales reunidos en cadena informativa, que el presidente es un inútil, un estúpido, y que debe renunciar.
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Por Gabriel Fernandez/ La Señal Medios

Es imprescindible trabajar sobre un cambio de mentalidad. Para eso resulta urgente un modelo de comunicación distinto y una política estatal hacia los medios bien pensada y elaborada.


La sociedad argentina vive la esquizofrenia de percibirse en un espejo muy deformado. Ya no se trata de verse altos y rubios. Se ha perdido toda noción de representación genuina. También en los medios que se consideran alineados con el gobierno nacional.


Personas con serias dificultades psicológicas ocupan las pantallas, por horas, como si encarnaran más que las organizaciones que representan el conjunto de la vida laboral, empresarial, social del país. Son premiadas, comunicacionalmente, por romper la cuarentena y burlarse de los cuidados sugeridos por las áreas de salud de todos los distritos.


Organizaciones masivas que congregaron 500 mil personas en Congreso –ayer nomás- se perciben acorraladas por un puñado de manifestantes que se encuentran dentro de la población con parámetros de riesgo.
Una señora que ni siquiera es escuchada en su casa, le grita al país, a través de todos los canales reunidos en cadena informativa, que el presidente es un inútil, un estúpido, y que debe renunciar.


No es cierto que se deban abrir los micrófonos de ese modo para garantizar la libertad de expresión.
Si uno se lo propone, puede reunir varios miles dispuestos a manifestar por lo que fuere.


Como ahora, cuando los mismos que salieron a defender el derecho del fiscal Nisman a utilizar el dinero de la investigación de la AMIA en viajes con prostitutas a las playas mexicanas, salen a refrendar el derecho de la familia Nardelli a disfrutar sus riquezas sin pagar lo adeudado.


El problema radica en tres aspectos, de los cuales el primero es esencial: el lugar del mirador, el prisma y el enfoque. Para ello, es preciso meter mano en la propiedad de los medios de comunicación. Los monopólicos pertenecen a conglomerados dirigidos por agroexportadores, bonistas, entidades financieras, empresas privatizadas. No pretenden narrar lo que sucede sino el segmento que les interesa para presionar sobre el gobierno y atemorizar a la sociedad.


Pero los medios públicos, los privados “amigos” y los populares podrían cumplir una función esencial en el desmonte. Solamente los últimos están afrontando el desafío, y carecen del respaldo adecuado.


La influencia de los medios es vasta pero relativa. Por supuesto que nuestro pueblo piensa y aprende a colocar cada cosa en su lugar. Pero la capacidad en la generación de climas es evidente y desfigura el potencial de cada protagonista de la vida nacional.


Esto no es libertad de prensa; es una tontería. Ellos saben lo que quieren hacer. Nosotros creemos ser menos de los que somos. Allí se asienta toda esta tontería.


Gabriel Fernández
 / La Señal Medios

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