Una ronda que nos convierte en una sola

Por Vanesa Eva Fernández
Lástima feo día.
Pañuelos, carteles, maquillaje... y paraguas.
La convocatoria fue a las 18:30, la lluvia era débil pero no dejaba de caer. "Vane, se hace igual la marcha?" me preguntan en el celu. Las organizadoras publican en las redes que no se suspende por lluvia. Así nos juntamos, apretadas bajo el techo de la Municipalidad esquivando las gotas.
Primero pensamos en sólo dar una vuelta a la plaza, después, con la disminución de la lluvia, nos envalentonamos y decidimos marchar como lo hicimos siempre, hasta la Estación. Definitivamente la marcha es conducida por las más jóvenes, las que se ponen adelante del grupo, las que se saben todas las canciones, las que gritan. Las más grandes acompañamos, pero sin duda las protagonistas son ellas.
Se produce la camaradería acostumbrada, nos saludamos las que a veces sin saber nuestros nombres, nos encontramos en cada marcha. Me quedo un rato admirando la diversidad que me rodea, niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres maduras, todas con distintos estilos pero unidas en un mismo reclamo. Por una hora dejamos de ser sujetos individuales para convertirnos en una sola. Las que nunca asistieron a un acontecimiento colectivo como éste, no saben lo que se pierden.
Concluimos la vuelta, volvemos al lugar desde donde arrancamos. Nos ponemos en ronda como cuando éramos chicas, para poder vernos las caras. Siguen las canciones y los bailes. Para concluir se nombra a algunas de las víctimas del gran pecado de haber nacido mujeres en un mundo machista, imposible nombrar a todas, ya no podemos recordar todos los nombres por el crecimento incesante de esa dolorosa lista.
A continuación de cada uno gritamos fuerte "Presente!", como invocándolas para que sepan que reclamamos por ellas, por las que ya no pueden gritar, pero también lo hacemos por nosotras y por cada una que tiene el derecho natural a poder vivir una vida sin miedo.