Los milagros neoliberales terminan así

Derechos Humanos 06 de noviembre de 2019 Por NEP Cooperativo
¿Se podía esperar otra cosa de Chile? ¿Alguien en su sano juicio podía pensar que este experimento iniciado por los Chicago Boys allá por 1973 tenía otro destino que la violencia y la sangre del pueblo chileno?. Una reflexión de la Comisión por los Derechos Humanos de Trenque Lauquen.
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El asesino genocida Augusto César Pinochet condujo durante 17 años una dictadura que secuestró, desapareció, torturó y asesinó a miles de sus compatriotas. Sin embargo, al retornar la democracia no se logró un consenso que permitiera deshacer la Constitución pinochetista y colocar a los dictadores donde debían estar: en la cárcel (salvo contadas excepciones). Incluso, Pinochet pudo disfrutar de una banca vitalicia en el Senado.

La herencia siniestra se refleja en el mantenimiento hasta hoy de unos sistemas educativo, de salud y jubilatorio totalmente inequitativos, que excluyen a la gran mayoría de los ciudadanos de escasos recursos. Por eso los chilenos que ganaron las calles hace 19 días exclaman: "Son 30 años...", de soportar la injusticia, instituida por los genocidas y sostenida por mandatarios electos de distintos partidos.

¿Alguien se puede sorprender de que un sistema arbitrario y excluyente se vuelva todavía un poco más insoportable cuando gobierna un empresario multimillonario, que encabeza un partido de derecha? Sebastián Piñera es un digno descendiente ideológico de Pinochet, aunque se empeñe en disimularlo. Como tal gobierna, favoreciendo a la élite de la cual siempre formó parte.

En la Chile de Piñera hay muertos, heridos, detenidos a granel y desaparecidos. Igual que en la Chile de Pinochet. ¿Qué dirán ahora los fervientes admiradores del "milagro chileno", esos consultores que pretenden hacer creer que saben algo de economía? Estarán, obviamente, criticando a Piñera por no hacer todos los ajustes necesarios en el menor tiempo posible. Jamás van a reconocer que la trayectoria inexorable del neoliberalismo en cualquier lugar del mundo donde logren instalarlo (antes con dictaduras, ahora con democracias basadas en el marketing) conduce a la humillación, el sufrimiento, la sangre y la muerte de los ciudadanos de a pie.

Ojalá este derramamiento de sangre chilena no sea en vano, y nuestros hermanos del otro lado de la Cordillera logren de una vez por todas regirse por una Constitución popular, que otorgue derechos sanitarios, educativos, previsionales y laborales a todos los chilenos. Ojalá dejen de vivir en una de las sociedades más desiguales del mundo, que es la terrible realidad, por más que se haya intentado "vender" a Chile como un ejemplo exitoso (que lo es, pero sólo para una ínfima minoría de sus habitantes, los que probablemente vivan hoy a Piñera como ayer aplaudieron a Pinochet).