Momentos significativos en torno a Julio López

El decimotercer aniversario de la segunda desaparición de Jorge Julio López me deparó al menos tres momentos significativos, que paso a detallar en orden cronológico:
1°) En un curso de 1° Año de Educación Secundaria, al comenzar la clase de Ciencias Naturales recordando a Julio, fue llamativo saber que un alumno, que no trabaja mucho en clase pero demuestra tener un intelecto muy ágil, cumplía 13 años. O sea que L. (tal la inicial de su nombre) nació el día en que López empezó a ser una incógnita. Probablemente L. recuerde a Julio López, de aquí en más, con mayor facilidad que otrxs compañerxs.
2°) A los pocos minutos, cuando cerraba de mi parte tal recordatorio, instando a lxs alumnxs a que si “se cruzaban” en algún momento con el nombre del albañil de Los Hornos, testigo clave contra los asesinos genocidas, trataran de no olvidar quién era, otro alumno “la hizo corta”: “Yo me voy a acordar por Naturales…”. Esto me hace pensar en la importancia que tiene, en Ciencias Naturales, no hablar solamente de los elementos químicos, las moléculas, la luz blanca, los tipos de células, los ecosistemas y tantos etcéteras.
3°) A la tarde, y a la misma hora que en La Plata había ciudadanxs marchando desde la Plaza Moreno hasta la Plaza San Martín de allá, en la San Martín de acá nos juntamos más o menos “lxs de siempre”, en esta oportunidad una veintena de vecinxs que en vez de marchar por las calles provocando “caos de tránsito” nos limitamos a hacer una suerte de Ronda por Julio López, circundando la Plaza por sus veredas destruidas (a tono con el aspecto desolador que ofrece el resto del espacio verde, donde la ausencia de las catalpas que estaban vivas y seguían regalándonos una alfombra de flores blancas entre su follaje clama a gritos sordos por el contraste con las tristes varitas que son por el momento los jacarandaes “pichones”).
¿Qué pasó de significativo en la Plaza, además del despliegue de la bandera “¿Y Julio López?”, y los gritos de “¡Presente, ahora y siempre!”. Pasó que reencontramos ahí, donde debe ser, en la calle por Memoria, Verdad y Justicia, a queridxs compañerxs que la pasaron mal. Y la pasaron mal por ser sensibles al dolor ajeno, por conmoverse con los efectos catastróficos evitables de las políticas de saqueo de las riquezas del pueblo argentino en beneficio de unos muy pocos, tan avivados como incapaces de gestionar los destinos colectivos.
Compañerxs que no están pensando en su conveniencia a la hora de levantar la voz por los derechos de los demás (que son laburantes como ellxs pero por miedo, ignorancia o falta de enjundia se callan y conceden ante los abusos de poder). Con esxs compañerxs maltratadxs por la actualidad (por el “tsunami de hijoputeces”, como el “Negro Fontova” definió la gestión Cambiemos) nos abrazamos este 18 de septiembre por la tarde, y fue como abrazarlo a Julio López, como abrazar la convicción de que nadie se salva solo, por más méritos que haga, sino que es con fraternidad (amor al prójimo, pero no declamado sino puesto en actos cotidianos) como sobrevivimos a tanto egoísmo y codicia (a esa maldad que parece les aumenta la expectativa de su vida miserable, veámoslo si no a Etchecolatz en su celda de Marcos Paz).
Un pibe que nació cuando nos arrebataban a Julio López, una materia que sirve para ir más allá del currículo con el objetivo de robustecer la democracia, un abrazo y dos besos con le compañere imprescindible que temimos perder pero no, gracias a la vida: tres momentos que le dan la razón a Jorge Caterbetti, artista compilador del libro “Jorge Julio López: memoria escrita”, que forma parte de la Biblioteca Osvaldo Bayer, y es un texto donde se reproducen fotografías del registro artesanal que Julio llevó a cabo para no olvidar detalles del “infierno” organizado por los asesinos genocidas). Caterbetti, en el final de su ensayo dice: “Finalmente aquí estamos, compañero albañil, como mezcla, como cuchara, como plomada o como escombro. Aquí estamos para, en conjunto, seguir construyendo una memoria indestructible.”