Oscar Aguad debe irse ya de la gestión pública

El ministro de Defensa, Oscar Aguad, minimizó el alzamiento carapintada encabezado por Aldo Rico, expresando que fue un acontecimiento "chiquito", que "no puso en jaque a la democracia" en nuestro país.
Una vez más, Aguad da muestras de ser un dirigente incapaz, porque ni siquiera puede recordar con un mínimo de precisión acontecimientos que mantuvieron en vilo a la sociedad en 1987, cuando él era integrante del partido político que detentaba el Gobierno.
Le respondieron a Aguad algunos pocos correligionarios, como Ricardo Alfonsín, pero la Unión Cívica Radical se mantuvo en silencio, otorgando a las palabras de Aguad el beneficio de la ausencia de réplica. Esto remarca el grado hasta el cual el centenario partido se ha derechizado, aparentemente ya sin retorno a posiciones como las que intentó plasmar Raúl Alfonsín en su gestión, al retornar la democracia en 1983.
La pobreza conceptual y ética de Oscar Aguad es pasmosa, y con la ignorancia supina que lo asiste caracteriza fielmente la calidad promedio que exhibe el Gabinete nacional (aunque incluso en ese contexto, Aguad sobresale negativamente). Las forzadas disculpas que ensayó horas después de generar esta polémica no logran desdibujar su verdadero pensamiento, que lo llevó en su momento a compartir sonriente el palco con el genocida Luciano Benjamín Menéndez (que ostenta el récord de condenas a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad).
Seguiremos exigiendo la renuncia de Oscar Aguad, porque es un funcionario que daña el sistema democrático, con acciones y omisiones. Si tiene algún resto de decencia, Aguad, váyase ya a su casa, y no continúe deteriorando el funcionamiento del ministerio que insólitamente tiene a su cargo.