Bandidos rurales

Secciones - Especiales 30 de marzo de 2019 Por NEP Cooperativo
Dos millones de pesos ofrece la Sociedad Rural por su captura. Ochocientos policías lo andan buscando por todo el Chaco. A medida que más lo odia el poder, más simpatía recoge del pueblo. Encuentra cobijo en una reserva qom que le sirve de base de operaciones. Planea su mejor golpe, asaltar el Banco Nación de Resistencia.
vairoleto_juan_bautista

Por José Luis Berra/ Periodista. 

Tenía el payé en el cuerpo. Aparecía y desaparecía con la misma velocidad, ahora se transformaba en animal en el monte, con su mirada paralizaba y las balas lo traspasaban sin hacerle daño. “Aña memby, con segundo grado aprobado, tenía la rapidez de un guazuncho y la inteligencia de un zorro”, dirá el comisario con la desazón propia del cazador que no caza. Sólo la traición pudo con Isidro Velázquez. Era demasiado confiado en la gente de pueblo; si, al fin y al cabo, ellos le daban cobertura, aunque no todas las manos tendidas fueron amigables.


Correntino de nacimiento, con un padre que supo andar con los anarquistas y veintidós hermanos, desde pequeño aprendió a conocer el bosque mariscando y aportando algo de comida a la olla familiar. Siguiendo las cosechas, terminó con su familia en el Chaco, donde se asentó. Pero no es fácil la vida de un peón rural cuando la policía hostiga.


Cansado de persecución e injusticias, con su hermano Claudio, se esfumaron en el monte. Reaparecieron los bandoleros con un raid delictivo sobre la ruta 16. Los policías en vano trataban de emboscarlos. Andaban asolando los poblados, asaltando bares y negocios y distribuyendo generosamente el botín con los pobladores que los protegían.

 
El 21 de mayo de 1963, el día del cumpleaños de Claudio, asaltaron un boliche del paraje Costa Guaycurú e invitaron con canilla libre a los parroquianos, seguramente para festejar la fecha. Enterada la ley, mandó una partida que se enfrentó con los Velázquez, en medio de esa bacanal de ginebra y vino. El alcohol le jugó una mala pasada al cumpleañero, quedó tendido en el piso, su poncho rojo atravesado por los disparos y su sombrero de ala ancha a un costado.


Un año estuvo sin aparecer el Isidro. Era como si lo hubiera llevado la luz mala. Pero a fines del ’64 “El vengador” reaparece, junto a Vicente Gauna, secuestrando a unos hacendados. A partir de allí sus objetivos serían intendentes, terratenientes, personajes acaudalados y bancos. Toda buena plata. Mientras anduvo haciendo sus fechorías de poca monta, el poder lo tomaba como un bandido pintoresco pero ahora sería declarado el enemigo público Nº 1.


Dos millones de pesos ofrece la Sociedad Rural por su captura. Ochocientos policías lo andan buscando por todo el Chaco. A medida que más lo odia el poder, más simpatía recoge del pueblo. Encuentra cobijo en una reserva qom que le sirve de base de operaciones. Planea su mejor golpe, asaltar el Banco Nación de Resistencia.


El 1º de diciembre de 1967, el hechizo de payé lo abandonó. La traición flotaba en el aire, Una maestra y un cartero con los que se había contactado, fueron presionados por la policía y cedieron a tenderle la emboscada. Iban a bordo del Fiat 1500 rojo; en el puente de Pampa Bandera estaban apostados esperándolos. Una avería simulada en el vehículo, hace que bajen los dos Judas. Velázquez se da cuenta de la situación: “Caímos”, le dice a su compañero. Ahí empieza la balacera. Gauna muere acribillado en el asiento trasero. Isidro, herido en una pierna, logra salir del vehículo y sosteniendo su retirada a los tiros recorre trescientos metros. A punto de lograr desaparecer tras el arboledal, intenta su último sapukay de victoria. Una bala en la frente lo abate definitivamente al pie de un quebracho, al que se abraza. Siguen más tiros en la oscuridad pero el hombre ya está muerto.


La revista Así mencionará que “Velázquez y Gauna cayeron en su ley, jugándose con arrojo”, mientras el diario La Razón titulará: “La muerte de Velázquez provocó en Chaco un formidable impacto emocional”.


Esa noche, los cuerpos cosidos a balazos de Gauna y Velázquez son exhibidos en Quitilipi y Machagai para que la gente de la sociedad disfrute del trofeo. La gente humilde lo llorará y le pondrá una flor al pie del árbol donde cayó. El hombre sigue vivo, ya no haciendo estragos por la ruta 16 sino en el corazón de la peonada. Un milico ordena que se queme el árbol, que se saque la identificación de las tumbas en el cementerio y que se prohíban las canciones que lo mencionan. Los pobres se guardan las cenizas del quebracho y siguen apareciendo flores.


La memoria del pueblo es paciente y, además, suele transformar en liturgia a sus ídolos populares. Así, en el cruce de Pampa Bandera, cada 1º de diciembre se congregan devotos y promeseros a rendir su homenaje y sus ofrendas al “Vengador” Isidro Velázquez. Todo regado con unos buenos chamamés y bailanta, hasta que las velas ardan.