La lucha no sabe de primeros de enero

1° de enero: día tan feriado como pocos, en el resto del año. Si uno ha tenido el privilegio de comer y beber en abundancia, es una jornada que se destina más a recuperarse de ciertos “excesos”, que a otra cosa.
Sin embargo, el 1° de enero de 2019 es martes. Y si es martes hay Ronda.
¿Habrá Ronda, efectivamente? Porque varios de los vecinos autoconvocados para el control de los agrotóxicos (algunos también integrantes del “fantasma” de G.I.T.S.A., la organización que hace más de 20 años dio impulso en Trenque Lauquen a la lucha contra el envenenamiento de nuestro ambiente) están de viaje, visitando familiares…
A las 20.15, hora de inicio de la Ronda, somos tres. Da para desplegar el cartel / bandera (“Los agrotóxicos matan”), pero no mucho más.
Llega Luciana, y empezamos a fantasear con hacer al menos una vuelta (de las tres tradicionales) a la Plaza.
Por la diagonal que enlaza la “esquina de los bancos” con el monumento llega, como tantas veces, caminando sin apuro, Alberto. Esta vez viene con sus dos hermanos. Somos siete.
Desde la callecita central que da a la iglesia asoman Alejandro y su compañera. ¿Qué no se podrá hacer siendo nueve?
Hay Ronda. Con un solo “BASTA” detrás de la bandera, pero es suficiente.
Cuando, en la primera de las tres vueltas, llegamos a la esquina de Oro y San Martín, una de las compañeras percibe que desde una camioneta (tan blanca como ostentosa en sus dimensiones) el conductor señala insistentemente a los que marchamos, en actitud de explicar a quiénes lo acompañan en el vehículo qué estamos haciendo. Se le adivina una sonrisa sarcástica.
Cuando lo identificamos como lo que es, aeroaplicador de venenos de dilatada trayectoria, alguien comenta: “¡Ese tipo sería incapaz de hacer esto!”.
¿Qué es “esto”? Movilizarse por los demás, sin ganar algo a cambio. Invertir tiempo, energía y pesos en una tarea que muchas veces reditúa indiferencia, descalificaciones o amenazas (como que te tiren bidones de 2,4-D cuyo nombre de fantasía es “Mortal”, en una alusión muy coherente al contenido del envase, que se ha vaciado generosamente sobre todos nosotros, tal cual lo demuestran los árboles de toda la ciudad).
Alguien dice entonces “Ese tipo es incapaz de…” y los demás asienten, sin dudarlo. No importa si “los demás” son ocho: aunque fueran ochenta, ochocientos u ocho mil no podrían generar más refuerzo de la convicción de seguir en esta lucha por la salud comunitaria. La convicción desinteresada que permite rondar la Plaza San Martín un 1° de enero, pensando que todos nos merecemos festejar la posibilidad de habitar una ciudad en la que las nuevas generaciones respiren, beban y se alimenten desde un entorno natural desintoxicado.