Susana y Juan Adolfo habitando la memoria

El 11 de diciembre de 1978, Susana Alicia Larrubia (hija de Alicia Cabrera, desaparecida unos cuatro meses y veinte días antes) y su compañero de vida y militancia, Juan Adolfo Coloma Machuca, fueron secuestrados por un grupo de tareas genocidas. Hay testimonios de sobrevivientes del genocidio que vieron a Susana y Juan Adolfo con vida hasta enero de 1979 en el centro clandestino de detención El Olimpo (en el barrio de Floresta de la Capital Federal). Permanecen desaparecidos hasta ahora.
Como en cada aniversario del secuestro y desaparición de su tía y sus primas, María Emilia Cabrera ofrece a laBiblioteca Popular "Osvaldo Bayer" (calle Pellegrini N° 342, abierta al público de 16.30 a 18 horas) un libro que procura desandar los caminos de la Verdad y la Justicia, tan difíciles de transitar para una sociedad cuando es el propio Estado el que delinque y asesina. Como pasó con Rafael Nahuel ('Rafita'), el joven de ascendencia mapuche que fue ultimado por una bala salida de un arma de la Prefectura Naval Argentina.
El libro que Emilia doma en esta ocasión es "Silenciar la muerte. Crónica e investigación sobre la vida y el asesinato de Rafael Nahuel", cuyo autor es el periodista Santiago Rey, y que fue publicado hace pocos días por la editorial Acercándonos.
En la dedicatoria que siempre acompaña el regalo se cuenta que la madre de Rafael Nahuel manifiesta: "Yo todavía lo lloro, no me acostumbro y no se me pasa", agregando "Sólo pido justicia, justicia por mi hijo, que no se olviden, que los culpables den la cara". Y Emilia dice: "Pasa que nos pasa con Susana y Juan Adolfo y los 30.000, lo que a la madre de Rafita con su hijo: todavía los lloramos, no nos acostumbramos, no se nos pasa".
Susana y Juan Adolfo legaron a ese futuro que no les permitieron protagonizar una hija, Susana Coloma Larrubia, y el ejemplo de su lucha por un país con justicia social. No es poco. Cuarenta años después de su desaparición están habitando la Memoria, en Trenque Lauquen y en cualquier otro sitio donde sus nombres, sus rostros siempre jóvenes y sus ideas sobre un mundo más fraterno se revelan como signos que no han perdido vigencia.